La actividad de un instalador hoy en día está cambiando por varias circunstancias, pero una de ellas es el acercamiento cada vez mayor entre instalaciones eléctricas y los sistemas de climatización y calefacción, o HVAC.
La nomenclatura anglosajona “HVAC” define cómo se gestiona la renovación del aire y su tratamiento en unas condiciones de salubridad, pureza y acondicionamiento para conseguir un aire apto para la respiración, con una temperatura y humedad confortables para las personas.
En este sentido, existen diversas funciones que se venían desempeñando desde hace décadas en la mayoría de las empresas e instaladores del sector de las energías, como unidades específicas de especialización de la profesión; esta situación se producía porque el oficio las dividía en diversos canales, incluso en la acreditación de competencias para su autorización y ejecución oficial.
En la última década esto ha saltado por los aires y excepto algunas regiones de España (Cataluña, Euskadi, Andalucía) que, por tradición, lo venían ejecutando casi al 100 % de manera multidisciplinar, englobando las empresas el ámbito eléctrico y los sistemas HVAC, en el resto del Estado son cada vez más los instaladores y profesionales que han pasado (o pasarán) a ser “integradores de energía” –sea cual sea la fuente–; una tendencia que, además, se ha acentuado con la eclosión de las energías renovables, con el autoconsumo en la cabeza.
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