Antoni Ruiz

Una FP que pocos eligen… y que ofrece empleo estable y salarios muy competitivos

En un contexto donde las decisiones educativas tienen un peso cada vez mayor en el futuro profesional de las personas, sigue habiendo itinerarios formativos que, pese a sus evidentes ventajas, no reciben la atención que merecen. Uno de estos caminos poco explorados es un ciclo de Grado Medio que, aunque podría parecer modesto a primera vista, esconde un gran potencial tanto en empleabilidad como en condiciones laborales.

Durante años, el discurso dominante situaba a la universidad como la única vía legítima hacia el éxito profesional. Sin embargo, la realidad está cambiando. La Formación Profesional (FP), con su enfoque eminentemente práctico y una conexión directa con las necesidades del mercado, está demostrando ser una alternativa cada vez más atractiva y eficaz.

En los últimos cinco años, la matrícula en ciclos de FP ha crecido de forma notable. Esta tendencia responde a un fenómeno claro: las empresas necesitan técnicos cualificados, personas con habilidades específicas, y con capacidad de incorporarse rápidamente al entorno productivo. La FP responde con agilidad a esta demanda, y algunos ciclos destacan especialmente por su alta inserción laboral.

Uno de ellos, aunque todavía es un gran desconocido para muchos jóvenes, es el ciclo formativo de Técnico en Comercialización de Productos Alimentarios. A pesar de su bajo índice de matriculación, quienes lo cursan se encuentran con un escenario muy favorable al finalizar: contratos estables, condiciones laborales dignas y sueldos que pueden superar los 2.500 euros al mes, dependiendo del ámbito y la zona geográfica.

La formación combina conocimientos sobre técnicas de venta, marketing aplicado al sector alimentario, gestión de almacenes y normativa alimentaria. Todo ello con una orientación práctica que permite al alumnado enfrentarse con solvencia a su futuro profesional, ya sea en tiendas especializadas, cadenas de alimentación, mercados de proximidad o incluso emprendiendo su propio negocio.

¿Por qué entonces no es más popular? Tal vez por desconocimiento o por prejuicios heredados. Algunos sectores, como el de la alimentación, siguen sin percibirse como espacios de desarrollo profesional de alto nivel, a pesar de su enorme peso económico, su capacidad de innovación y su importancia estratégica para el país.

Invertir en esta formación no requiere grandes recursos económicos: en la educación pública, las tasas son muy accesibles, y el retorno —en forma de empleo y salario— es más que evidente. Estamos ante un caso claro en el que la rentabilidad de la formación supera con creces la inversión inicial.

Este tipo de oportunidades nos obligan a reflexionar sobre la forma en que orientamos a los jóvenes y cómo valoramos ciertas profesiones. Mientras algunos siguen apostando por itinerarios saturados y con escasa salida laboral, otros descubren que existe una FP capaz de ofrecer lo que muchos desean: un trabajo estable, bien remunerado y con posibilidades reales de crecimiento.

La clave está en mirar más allá de los estereotipos y atreverse a explorar nuevas rutas. A veces, el mejor camino no es el más transitado, sino el que mejor conecta con la realidad del mercado.

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