Este fin de semana he tenido la oportunidad de compartir una nueva sesión de mentoría con mi alumno de FP, dentro de mi colaboración voluntaria con la Fundación Impulsa. Una experiencia que, una vez más, me recuerda por qué la formación, las habilidades y las profesiones son —y seguirán siendo— mi camino y mi obsesión.

La mentoría es una de esas oportunidades que te acercan a personas fuera de tu entorno habitual, te hacen ver el mundo con otros ojos y te permiten acompañar procesos de crecimiento real. Pero lo más bonito es que ese crecimiento siempre es bidireccional: él aprende y avanza, pero yo también.
No puedo recomendarlo lo suficiente. Es un planazo, una forma de aportar, de inspirar y de seguir construyendo caminos que conectan a los jóvenes con su futuro profesional.
Yo sigo en esta dirección, apasionado por cada oportunidad de acompañar, inspirar y encender vocaciones. Porque ahí es donde está el verdadero impacto: en las personas.

