Publicado en C de Material Eléctrico
Hay una cuestión que todos los profesionales del sector de las instalaciones e infraestructuras para las energías y fluidos (de agua, gas, electricista, instalador de climatización, de telecomunicaciones, aparatos a presión, etc.) se preguntan de manera permanente y que se mantiene como un mantra, década tras década; es un tema que siempre se menciona en el colectivo: ¿qué valor económico aporta, o debería aportar, el material fungible para ejecutar las instalaciones anteriormente citadas?
Esta pregunta tiene sentido porque en su enunciado subyace otra no menos importante: ¿cuál es el valor del trabajo de un instalador/empresa instaladora? Este punto es clave, ya que hay mucho de que hablar y no existe una regla fija donde unos u otros se posicionen.
En primer lugar, si nos basamos puramente en la aportación en términos de servicio a la comunidad y la sociedad, en general, podemos afirmar que los instaladores son determinantes. Como se vio en pasada pandemia, esenciales para el desarrollo de nuestras vidas en el mundo occidental, tal y como las hemos diseñado.
Si hablamos en términos económicos, el instalador aporta un alto valor económico a la sociedad en la creación de riqueza en el país. Además, como empresas instaladoras o autónomos, contribuyen en el pago de impuestos y emplean a personas.
Coste de la mano de obra del instalador y otras variables
Entrando en la cuestión, sobre los márgenes del descuento de los materiales fungibles, la mayoría de los profesionales han calculado el precio coste/hora del técnico mediante la combinación de diversos escenarios durante décadas, respecto a los márgenes netos y la rentabilidad de su empresa/as.
Ahora bien, en el momento actual y tal como todo está evolucionando el sector de material eléctrico con la digitalización, no se trata de ver un gran cambio en esta fórmula, sino de adaptarse. Aquí no se plantean sesgos diferenciales, ya que como regla de alto valor “la cadena de fabricación, distribución e instalación, hasta el cliente final ha funcionado y debe continuar funcionando en este sentido”, aportando lo que mejor saben hacer cada uno de ellos, con un equilibrio en el sistema para que todos los productos y servicios fluyan en el canal.
En este sentido, es impensable referenciar y mantener stock de todos los productos del mercado por parte de las empresas instaladoras, así como para la venta directa del fabricante al cliente final, con millones de productos empleados en las instalaciones. Tanto el instalador como el fabricante tienen que ser conscientes de que esta función la realizan, y muy bien, los distribuidores profesionales mediante una logística adaptada al conocimiento del producto y a la proximidad, con servicios como el comercio electrónico, o la entrega en el kilómetro cero, entre otras técnicas del siglo XXI.
El descuento del material
Es decir, hay que tener como principal referencia la ecuación sobre el coste de la mano de obra de los técnicos cualificados, la aportación técnica, la gestión administrativa y los gastos indirectos, como principales indicadores para calcular el margen del valor real necesarios de los ingresos de una empresa instaladora.
A esto se añade el obtener una variable con el descuento del material, que ha sido lo habitual en muchos casos, ya que estos proporcionan unos márgenes que permiten ajustar el precio final; pero siempre como una aportación de valor añadido hacia el cliente final, y de esta forma todo el canal suma y refuerza una consolidación sectorial que va a pleno ritmo y en expansión.
Pienso que así, juntos, somos más fuertes y mejores técnica y profesionalmente.