El sector de la climatización -fabricantes, distribuidores, instaladores, ingenierías…- vive un nuevo proceso de adaptación que reconduce y causa un trasiego técnico, comercial y logístico de una gran magnitud e impacto. Me explico.
Partiendo de la base de que el número de aparatos de aire acondicionado en uso en el mundo pase de los 1.200 millones en 2019 a 4.500 millones en 2050, según afirma un informe de la Agencia Mundial de la Energía, AIE, tener aire acondicionado pasará de ser una comodidad a ser imprescindible.
Hay que planificar, por lo tanto, y pensar en toda la cadena del proceso, no solo en partes de él, ya que es su conjunto el que va a tener que afrontar este monumental incremento.
Un reto para el sector de la climatización
Procede preguntarse en este punto: ¿Estamos haciendo las cosas bien?, ¿vamos en la dirección correcta para facilitar este adaptación al mercado del sector?
Si tenemos en cuenta estos datos citados por la AIE, por un lado, y los constantes cambios que se suceden en Europa, y, por ende, en España, por la trasposición de las normativas que emanan de Bruselas -“necesarias sin duda para la lucha contra el efecto invernadero, causado en parte por la emisión de gases contaminantes”-, tenemos ante nosotros un reto enorme de adaptación.
Vamos hacia un punto de no retorno. La necesidad de planificar un nuevo modelo climático, para hacer frente al aumento de temperaturas que produce el cambio climático y para reducir la emisión de los gases que lo provocan, no deja actividad fuera de su alcance. Afecta tanto a viviendas como a oficinas o edificios comerciales e industriales.
Muchos se dirán que este último término ya lo contemplan desde hace años el Código Técnico de la Edificación, CTE, el Reglamento de Instalaciones Térmicas de los Edificios, RITE, y muchas normativas de rango autonómico y de gobiernos locales. Es cierto, pero no siempre se venía aplicando, por razones obvias de competencia, precio y mercado. A partir de ahora es distinto, se trata de un problema de salud y seguridad que crece con en el nuevo paradigma surgido con el aumento de la temperatura media mundial. Un incremento que afectará de pleno a España.
Un necesario proceso de adaptación
Por extensión lógica, toda esta necesidad vital, que surge de la realidad de que la climatización vive un proceso de adaptación, hace que la electricidad sea imprescindible y cada vez más protagonista en nuestras sociedades. La transición energética en la que estamos inmersos en Europa amplía el foco del fenómeno, dado que no existe climatización sin todos los elementos necesarios para el proceso: equipos, gases, infraestructura e instalación y, por supuesto, alimentación eléctrica.
Una vez llegado este punto, mi pregunta es: ¿Y cómo tenemos que afrontar toda esta nueva realidad?
En mi opinión, y en principio con satisfacción, todo crecimiento de un mercado es positivo, genera riqueza, negocio y aporta ocupación. Pero no todo es tan ideal. Hay que lamentar la poca o escasa previsión de las administraciones, que se adaptan reactivamente, y no al contrario, para liderar estos procesos que ella inicia con la regulación pertinente. Me explico.
Falta de mano de obra
En el marco formativo, se supone que los programas de certificación y formación deben adaptarse para incluir tecnologías que puedan implicar el uso de sustancias tóxicas, inflamables o altamente presurizadas, entre otras novedades. Es decir, que se deberán incluir en dichos programas los refrigerantes alternativos, como amoniaco, hidrocarburos o CO2, incluyendo, además, aspectos de eficiencia energética, entre otros.
Entre dichas modificaciones, los Estados miembro de la Unión Europea deberán habilitar un sistema electrónico centralizado para registrar datos de emisiones. Por consiguiente, se debe ajustar y promover más formación en los Institutos y escuelas de formación continua, mediante ciclos de FP, para hacer toda esta transformación eficazmente y cubrir las necesidades con técnicos cualificados. Es impensable, con la falta actual de mano de obra, afrontar un reto como el que se viene encima sin estímulos y promoción del sector que lo haga atractivo y cree vocaciones.
Por último, el proceso de transformación no puede recaer siempre al final de la cadena de valor, en las empresas instaladoras, que son las que ejecutan y legalizan la puesta en marcha de los equipos, así como las que mantienen su conservación y aseguran su correcto funcionamiento posterior. Por tanto, el resto del canal -fabricación, prescripción, distribución y certificación- tiene que apoyar y facilitar la adaptación, con tecnología, garantía, asesoramiento y seguridad de los equipos y sus componentes, por propio interés y por respeto común al medio ambiente y al cliente final.