17/11/2025 • Opinión • Antoni Ruiz Publicado en C de Material Eléctrico
El futuro del sector eléctrico y de las instalaciones pasa por una transformación que exige coherencia, sostenibilidad y compromiso con las personas.
Vivimos un momento de transición profunda. Las generaciones que hoy dirigen empresas, administraciones y organizaciones del sector eléctrico e industrial se encuentran ante un reto que va mucho más allá de la gestión diaria o de los resultados económicos: el reto de guiar con responsabilidad un cambio de paradigma.
Los valores de las personas están evolucionando. La sociedad demanda conciliación, sostenibilidad y coherencia, y los profesionales jóvenes buscan proyectos donde puedan sentirse parte de un propósito. Ya no basta con ofrecer un salario o estabilidad; importa el sentido, la huella que dejamos en el planeta y en quienes nos rodean.

Es tiempo de repensar
En este contexto, las organizaciones del sector tienen la oportunidad -y la obligación- de repensarse. La lucha contra las emisiones de carbono, la transición energética y el impacto de la inteligencia artificial están redefiniendo nuestra forma de producir, consumir y relacionarnos. Pero, sobre todo, están redefiniendo cómo concebimos el trabajo.
La digitalización se ha convertido en un proceso transversal que afecta a todos los ámbitos, desde la gestión empresarial hasta la manera en que diseñamos, instalamos y mantenemos sistemas eléctricos, de climatización o energéticos. La figura del integrador de instalaciones emerge como un perfil clave en esta nueva etapa: profesionales capaces de conectar tecnología, eficiencia y sostenibilidad con una visión global del entorno.
Sin embargo, esta evolución no será posible si no dignificamos y reconocemos socialmente a estos profesionales. Durante décadas, las profesiones técnicas han sido vistas con menor prestigio social que las universitarias, un error que hoy se revela insostenible ante la escasez de mano de obra cualificada y la necesidad urgente de talento técnico.
La Formación Profesional, una herramienta fundamental
La Formación Profesional (FP) es el puente entre la empresa y la sociedad, entre el conocimiento práctico y la innovación tecnológica, entre la necesidad de talento y la oportunidad de futuro. Apostar por la FP no es solo una decisión educativa: es una estrategia de país.
Las empresas que comprendan esta conexión serán las que lideren el cambio. Invertir en FP, colaborar con centros formativos, acoger alumnado en prácticas o impulsar la FP Dual no solo aporta valor añadido, sino que construye cultura empresarial.
Una cultura basada en la transmisión de saberes, en la sostenibilidad y en la responsabilidad compartida de dejar un legado mejor que el que recibimos.
Estamos ante un momento histórico. La generación que hoy tiene la capacidad de decidir el rumbo del sector debe actuar con visión y compromiso. Porque no se trata solo de adaptarse a la digitalización o a la inteligencia artificial, sino de liderar con valores humanos, sociales y éticos.
Y, si algo demuestra la historia de nuestra profesión, es que los cambios más profundos no llegan de la tecnología, sino de las personas.
De quienes creen que formar, compartir y construir futuro es, en sí mismo, el mayor acto de responsabilidad.