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El instalador, un gestor más que un técnico

 

La profesión de instalador de infraestructuras para suministro y consumo de electricidad, telecomunicaciones, gas, agua, fluidos varios y aparatos de presión, fue durante el siglo XX en España una especialidad técnicamente muy diversa en cada área; requería además del aprendizaje individual y especializado basado en la maestría y la prueba-error en la mayoría de los casos.

Una vez transcurrido el umbral del siglo XXI, mediante el gran salto tecnológico que aportó la I+D en el sector, con gran capacidad de integrar como resultado diversas disciplinas procedentes de los antiguos oficios, se ha generado una especialización global adecuada a la nueva transición energética en la que estamos inmersos; algo a lo que ha contribuido sobre todo el impulso de la digitalización.

Bajo diversas trasposiciones europeas aprobadas en la materia en estos primeros años de milenio y con la adaptación, por tanto, de sucesivas normativas, los equipos se han adecuado a la consolidación de una nueva gestión de las instalaciones. El objetivo es que estas nos proporcionen comunicación, salubridad, confort y gestión en nuestro día a día, en la forma en que nos relacionamos, vivimos en nuestras casas, nos desplazamos y trabajamos.

Nuevo perfil de instalador, que combina el rol tradicional de técnico cualificado con el de gestor de instalaciones.
El modelo de instalador que requiere la transición energética aúna el rol tradicional de técnico cualificado con el de gestor de instalaciones, que engloba también asesoría, gestión de suministros energéticos, legalización o mantenimiento, entre otras tareas.

Un nuevo perfil de instalador

El nuevo rol del instalador va por tanto más allá de ser únicamente el de un técnico cualificado. Además del conocimiento técnico sobre las nuevas tecnologías y la forma de implementar las infraestructuras de instalaciones, aporta un valor añadido basado en el conocimiento de los resultados óptimos de consumo, en todo tipo de instalaciones. Se produce así una alianza con el cliente final para corresponsabilizarse del comportamiento y de la eficiencia energética de las instalaciones.

Esta nueva forma de entender los servicios que presta un técnico instalador hacia el cliente, sea un usuario final o una empresa, se complementa con el del asesoramiento y la gestión integral en todo el proceso; desde la fase inicial del proyecto, la ejecución y la entrega de su infraestructura. A esto se le añade la gestión de los suministros energéticos internos procedentes de la captación de autoconsumo y su interconexión con las infraestructuras y redes de distribución externas a los edificios.

Ya existen multitud de posibilidades para coordinar un modelo denominado “llave en mano”, que incluye todas las fases anteriormente mencionadas hasta llegar al proceso de legalización e interconexión con las compañías distribuidoras y la gestión con las comercializadoras.

Además, este nuevo perfil de instalador se encargaría del mantenimiento preventivo y periódico de las infraestructuras, aportando a los titulares de las instalaciones un servicio completo en manos de profesionales, que están obligados a mantener actualizados sus conocimientos de manera constante. Estos conocimiento y saber hacer deben adaptarse a los cambios en materia energética, tal y como que se van sucediendo en nuestra sociedad, debido a los cambios geopolíticos, tecnológicos, estratégicos y económicos en los que estamos inmersos.

El riesgo de no saber adaptarse

Por tanto, la figura del instalador acreditado y competente por sus conocimientos y su capacidad de gestión son el nuevo modelo profesional que ha llegado para quedarse. Un rol que proporciona valor para un sector tan estratégico y vital como es el de las energías y sus derivados, que nos permiten trabajar, desplazarnos y vivir con unos altos estándares de confort y seguridad.

Corre por tanto el sector profesional un grave peligro si no sabe leer esta necesidad en toda su dimensión, ya que es frecuente creer que esto que se acaba de citar influye solo a grandes empresas y organizaciones.

La transición al nuevo rol de técnico-gestor es válida y necesaria desde el autónomo al ultimo trabajador de una multinacional; aquí el partido lo juegan todos, cada uno en su categoría, rango y especialidad frente a sus clientes.

La formación permanente, herramienta clave para afrontar los retos que tiene la profesión de instalador.
La formación permanente es una herramienta indispensable para afrontar los retos que tiene hoy en día la profesión de instalador.

Seudo-profesionales y malas praxis

Pero, sin duda, quien no suba a tiempo al tren de la transición energética, actualizando sus conocimientos consecuentemente (la Formación Profesional continua es una excelente herramienta), va a perder competitividad en el mercado, lamentándose por la falta de conocimientos y herramientas técnicas que facilitan nuevos espacios de negocio. Un ejemplo de ello es la tecnología Blockchain, que entrará en nuestro sector en breve, aplicada al rango de infraestructuras para la energía.

No olvidemos que, además, subyace un problema transversal e intersectorial como es la competencia desleal de los «seudo-profesionales de la economía sumergida”, a los que ningún gobierno en España, hasta la fecha, ha parado los pies, lo que es exigible para que ponga coto a sus malas praxis. En este sentido, estos “intrusos” dañan asimismo la imagen del colectivo, distorsionan los parámetros de calidad y economía de las empresas instaladoras y la relación con los clientes.

Con estos seudo-profesionales no hay que competir, eso es responsabilidad de los legisladores y los jueces, pero sí identificar y diferenciarnos de sus trabajos, ya que carecen de cualquier reconocimiento y validez profesional. En esto hay que unir esfuerzos desde toda la cadena de valor y hacer un frente común por el bien del sector y el cliente final.

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